lunes, 11 de mayo de 2020

La cita

Echó un último trago a la copa de vino e hizo un gesto al camarero para que le pusiera otra. Aún faltaban diez minutos para que llegara, así que le daría tiempo a tomarse esa segunda copa que tanto necesitaba. Un buen vino siempre ayuda a calmar los nervios. Y otra cosa no, pero de nervios esa noche iba bien servido.

Llevaba mucho tiempo esperando a que llegara ese día y había depositado en él muchas esperanzas. Casi medio año había pasado desde que hablara por primera vez con ella a través de la aplicación. Se había registrado pocos días antes en esa página de citas por internet que, según la publicidad, buscaba compatibilidades con un alto porcentaje de éxito. Desde entonces, fueron muchos días y muchas horas de conversaciones a través del móvil, las que lo habían llevado hasta la barra de ese bar, donde se encontraba ahora intentando calmar esos nervios que le tenían encogido el estómago.

Aunque llevaba ya tiempo intentando concretar esa cita, no había conseguido hasta ese día que ella accediera a que se vieran y conocieran. Aunque realmente ya se conocían perfectamente. Todo ese tiempo frente al móvil había dado para mucho. La conexión entre ambos había sido brutal desde el principio, lo que hizo que se abrieran completamente el uno al otro. Se habían contado intimidades, cosas que él nunca se atrevería ni siquiera a contárselas a alguno de sus seres más queridos. Pero con ella había sido distinto, no tenía que ocultar nada, no se dejaba nada en el interior. Solo había una cosa que él nunca se había atrevido a contarle, algo que quería decirle casi desde el principio cuando empezaron a hablar, pero que por alguna extraña razón, no había reunido el coraje suficiente para hacerlo. Y es que estaba enamorado de ella.

Echó un vistazo al reloj y comprobó que ya era la hora. En cualquier momento entraría por la puerta que tenía justo enfrente de él. Volvió a darle un trago a la copa de vino mientras notó una vibración en el bolsillo del pantalón. Le acababa de entrar un mensaje al móvil. En un primer instante pensó en no cogerlo. En ese momento todos sus sentidos estaban centrados en la puerta que se abriría en cualquier momento. Pero algo le dijo que debía de leer ese mensaje. Lentamente metió la mano en el bolsillo sin quitar los ojos de la puerta y sacó el móvil. Bajó la vista, desbloqueó la pantalla y le dio al sobrecito de la parte superior. Antes de que se abriera el mensaje sabía perfectamente que era de ella. Leyó lo que ponía:

¿Por qué tuviste que estropearlo? Era fantástico lo que teníamos y estábamos genial. Pero insististe en que nos viéramos y ahora lo has estropeado todo. Lo siento mucho. Adiós.”

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