No les hagas caso Elsa. Déjalos
que hablen.
Ellos no tienen ni idea de lo que
sentimos nosotras. No se imaginan, ni por un momento, lo que significa nuestro
amor.
Ojalá se dieran cuenta, pero no
saben nada.
Ellos no saben que eres tú la que
por las noches me susurra al oído esas tranquilizantes palabras que hacen que
pueda descansar. Tampoco saben que eres tú la que por las mañanas me da ese
empujoncito cariñoso para que pueda levantarme de cama. Y, por supuesto,
tampoco saben que eres tú la que, cuando nos cruzamos con ellos y sus miradas,
tiras de mi y haces que mire para otro lado.
Déjalos Elsa, déjalos que hablen.
Ojalá entendieran que nuestro
amor es mucho más fuerte que todas esas palabras y comentarios que nos dirigen.
—Pobre mujer. No está bien —se les
oye comentar.
Qué sabrán ellos cómo estoy. Qué
sabrán ellos de nada.
Déjalos que hablen Elsa.
Muy pronto dejarán de hablar de
ti y de mí. Y cuando por fin estemos juntas, ya no les escucharemos más. Que
sigan hablando entonces, ya nada nos importará, porque estaremos juntas al fin.
Tú no te preocupes por mi Elsa.
Esto ya se va a acabar. Sólo es un momento y todo habrá merecido la pena.
Espérame Elsa. Sólo son ocho pisos.
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