Esta es la última carta que te
escribo. Y no por eso es una carta especial, que también. Lo es porque es una
carta que nunca será leída.
Por eso, te preguntarás qué
sentido tiene que te escriba si nunca la vas a leer. No sé… quizás tengas razón
y no debería hacerlo, pero aquí me tienes frente a una hoja en blanco tratando
de plasmar la angustia que siento ahora mismo y que no sé ni cómo expresar.
Yo, que siempre me he
caracterizado por reflejar en papel lo que sentía en cada momento de nuestra
vida. Te acuerdas cuando éramos unos niños e íbamos al colegio y te dejaba en
tu mochila aquellos dibujos que había hecho durante el recreo, y que había
pintado casi sin salirme nada. Eran para ti, tenía que esforzarme. O cuando te
dejaba en el bolsillo de la chaqueta las primeras cartas de amor adolescente mientras
pasábamos las tardes en la biblioteca. O todas esas mañanas que te has
levantado con una de mis cartas sobre la mesilla de noche cuando yo ya me había
ido a trabajar.
Jamás me costó ni la más mínima parte
de lo que me está costando escribirte esta última carta. Pero tengo que
hacerlo, necesito hablarte una última vez aunque ya no me escuches, aunque ya
no me leas. Necesito que me perdones por no haber sido yo el que me levantara
primero ese domingo. Yo tenía que haber sido el que cruzara esa calle. Pero tú
insististe en ir a por el desayuno y yo egoístamente acepté. Cruzaste esa
maldita calle y ahí se acabó todo. Sé que no lo viste venir, tú que eras tan
precavida.
Por eso te escribo esta carta de
despedida. Para decirte una última vez lo que has significado para mí y
entregarte mi corazón. Un corazón que ya nunca volverá a amar como antes.
La carta más difícil de mi vida.
La carta que nunca leerás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario