Si de repente dijesen “hasta aquí
hemos llegado” y ya no permitiesen más todo ese aplastante dominio que le
estamos infligiendo.
Qué nos harían todos esos árboles
que plantamos en fila, uno detrás del otro, a la misma distancia, y que dejamos
crecer hasta que consideramos que ha llegado su hora. Entonces los cortamos sin
ninguna piedad solo para conseguir su preciada madera.
Y esas plantas que regamos
haciéndolas crecer y engañándolas con mil cuidados, hasta que nos lo agradecen
regalándonos una bella flor, que nosotros luego les cortamos sin ningún tipo de
escrúpulo, para disfrutarla unos pocos días en un jarrón.
Y esas huertas que cuidamos
también con tanto cariño hasta que nos dan sus frutos, y en ese momento ya solo
nos importa arrebatárselos para alimentarnos.
Pero hay una especie vegetal con
la que nuestra crueldad se ensaña sin medida. Y lo hacemos solo para nuestro
propio disfrute visual, sin pensar ni por un solo instante en todo lo que ello
supone. Me refiero a todos esos setos a los que manipulamos y manejamos a
nuestro antojo, dándoles mil formas, estrangulándolos, mutilándolos.
No se me ocurre mayor atrocidad
que se le pueda infligir a un ser vivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario