jueves, 24 de septiembre de 2020

Una simple mirada


Mientras mojaban nachos en la salsa de guacamole, los dos adolescentes, ajenos a sus padres, mantenían una entretenida conversación. Según parecía, esa misma tarde unos amigos suyos habían sido “pillados” por la policía en un parque. Conscientes de que sus padres les estaban escuchando, no entraron en detalles de en qué consistía dicha “pillada”, pero las risitas y miraditas cómplices dejaban claro a qué se referían.

Sin quererlo, el padre cruzó la mirada con su mujer que tenía enfrente. Rápidamente apartó los ojos de nuevo hacia su plato, pero le dio tiempo a ver en los de ella, el mismo rubor que él también sentía en ese momento. Supo, sin lugar a duda, que estaba pensando exactamente lo mismo que él.

Hacía ya muchos años de aquellos escarceos al salir de una cena con sus amigos, cuando se dejaban perder y se encontraban a sí mismos en algún oscuro callejón. O cuando después de haber pasado una tarde en casa de sus suegros, no podían esperar a llegar a la suya y en el rellano de los trasteros se entregaban al deseo. Más hacía aún de aquellos paseos junto a la playa, que más de una vez habían acabado en una visita a la arena amparados por la oscuridad de la noche.

De todo eso hacía mucho tiempo y no quedaba nada ya. Por eso pudo ver en los ojos de su mujer, como ella también lo recordaba con tristeza, incapaces ambos de dar un paso atrás o adelante y cambiar el rumbo de sus vidas.

Ajenos a todo, los dos adolescentes continuaron con sus chascarrillos ante el silencio de sus padres.

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