—Estaba jugando en la piscina con Nico —contesté, aún a sabiendas que no resultaba para nada convincente.
—¿En la piscina? —levantó los ojos hacia el cielo y masculló algo ininteligible para sí misma—. ¡Pero si hemos pasado veinte veces por la piscina!
Soltó mi brazo y, sin que me diera tiempo a reaccionar, me agarró de la oreja y tiró de mí.
Pili observaba toda la escena desde la puerta de la cabaña. Mi madre al verla dijo:
—Ya podías aprender algo de tu prima. Lleva toda la tarde encerrada en la cabaña estudiando. Y tú por ahí, sin saber donde andas metido.
Al pasar junto a ella y ver su sonrisa, no pude evitar sonrojarme al recordar su cuerpo ahora ya vestido.
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